¡Hoy es un día muy especial! Estás feliz porque se te ha caído un diente. Por la noche lo pondrás bajo la almohada para que lo recoja el ratoncito Pérez. ¿Qué te dejará a cambio? A pesar de los nervios que sientes en el estómago, por fin consigues dormirte.
A la mañana siguiente, sobre tu mesilla, hay un paquetito muy bien envuelto. ¡Es un Diario de Explorador! En él podrás escribir todas tus maravillosas aventuras.
Algo que brilla en el suelo llama tu atención. ¡Es tu diente! ¡Seguro que el ratoncito Pérez lo ha perdido mientras salía de la habitación!
Sabes que lo más correcto es devolvérselo. ¡Será la primera gran aventura para tu nuevo Diario de Explorador! Pero no sabe dónde encontrarlo. Si fueras ratón te esconderías… ¡En el parque! Es un lugar tranquilo, hay flores y viven animales.
Al entrar en el parque te topas con una curiosa encrucijada. El camino de la izquierda continúa por el parque municipal y el camino de la derecha se adentra en el Bosque Tenebroso. Del interior del bosque provienen graznidos de aves misteriosas. Es difícil saber si un ratón elegiría un lugar así para esconderse, pero sabes que no deberías adentrarte en ese lugar tenebroso sin la compañía de un adulto.
De manera que decides continuar por el parque y buscar entre los laberínticos caminos hechos con setos. Al llegar a una zona boscosa, escuchas un ruido entre las hojas secas. ¿Será el ratoncito Pérez? No, es una ardilla que está recolectando avellanas para llenar su despensa.
– Hola. Busco al ratoncito Pérez para devolverle un diente que ha perdido. ¿Lo has visto? -preguntas.
– Quizá lo encuentres en el Gran Árbol de los Ratones que está al otro lado de la carretera. Puedes intentar cruzarla o buscar en la orilla del río. A veces va allí a refrescarse- responde la ardilla.
Cruzar la carretera es aún más peligroso que un bosque tétrico, así que decides mirar en la orilla del río. Al llegar, escuchas un chapoteo y unos gemidos. ¡Un perrito ha caído al río y no sabe nadar! Acudes a rescatarlo sin pensártelo dos veces. Una vez fuera del agua, te das cuenta de que el cachorro se ha perdido.
Al levantar la vista para buscar al dueño, ves un gran cartel en la fachada del edificio de enfrente.
DETECTIVE: Encuentro cualquier cosa, por difícil que sea
¡Eso es! ¡Podrías pedirle a un detective que te ayude a encontrar al ratoncito Pérez. Pero pronto tu entusiasmo se desvanece: lo más correcto sería buscar al dueño del cachorro y continuar la búsqueda cuando el perrito esté completamente a salvo.
Tras preguntar a varias personas consigues encontrar al dueño. Se trata de un señor con un gran bigote que abraza a su perro, entre lágrimas, mientras éste le propina grandes lametazos en la cara.
El señor del bigote está muy agradecido y te recompensa con una brillante moneda. ¡Podrás comprar un montón de golosinas! O tal vez deberías ir al mercado y gastar el dinero en víveres que te permitan continuar la búsqueda…
La idea de poder comprar muchas golosinas es demasiado tentadora, de manera que olvidas tu misión y te diriges hasta la tienda de dulces. ¡Es increíble!
Cientos, miles de golosinas se amontonan por todas partes. Hay caramelos, gominolas, chocolate… ¡Con la moneda podrás comprar un montón de cada!
Regresas al parque cargada con una gran bolsa de chuches y te sientas en un banco. Comes una golosina tras otra cuando ves aproximarse un grupo de niños.
-¿Nos das unas pocas? -pregunta uno de ellos.
Sabes que hay que ser generosa pero son demasiados niños. ¡Si las repartes te quedarás sin ninguna!
Tras dudar un momento decides que lo mejor es compartirlas y así hacer nuevos amigos que te puedan ayudar en tu búsqueda. Mientras os hartáis a dulces, le cuentas a los niños cuál es tu misión. Cuando acabas de contar tu historia, uno de los niños te desvela el tan bien guardado secreto: el ratoncito Pérez vive en el mercado donde trabaja su papá, entre el puesto de los quesos y el de las flores.
Corres hacia el mercado como alma que lleva el diablo y encuentras una pequeña puertecita justo en el lugar que te ha indicado el niño.
Entonces te agachas, empujas suavemente la puertecita con los nudillos y mira por el agujero. ¡Es una preciosa casita de marfil! Desde el suelo hasta el techo, todo está construido con brillantes dientes de leche. No hay ni rastro del ratoncito Pérez. ¡Seguramente se haya asustado y esté escondido!
Como si hablaras con un fantasma, explicas el motivo de tu visita mientras depositas el diente dentro de la casita y te alejas. El ratoncito Pérez se aproxima despacio, agarra el diente y lo observa detenidamente antes de darse cuenta de que es el mismo que perdió anoche. ¡Te ha reconocido! Enternecido por tu bondad, corre a abrazarte y te da las gracias.
¡Has cumplido tu misión! El ratoncito Pérez te propone dar un paseo por el parque. Mientras descansas bajo unos bonitos árboles, le relatas tu extraordinaria aventura mientras el ratón te escucha con atención. ¡Sin duda será una historia increíble para su Diario de Explorador!
A partir de ahora, cada vez que se te caiga un nuevo diente, lo dejarás bajo la almohada junto con tu Diario de Explorador y una pequeña linterna. Así el ratoncito Pérez se mantendrá bien informado de sus últimas y maravillosas aventuras.
Fuente: mumablue.com